Escrito por Redacción SJN
12 Ago

Evangelio según Mateo: 18, 1-5. 10. 12-14
En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más grande en el Reino de los cielos?»
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: «Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo.
¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no deja las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella, que por las noventa y nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños».
Las palabras de los Papas
Los discípulos están llamados a hacerse como los niños, porque los pequeños son quienes han recibido la revelación como don de la benevolencia del Padre (cf. Mt 11, 25s). También por eso deben acoger a los niños como a Jesús mismo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe» (Mt 18, 5). Jesús, por su parte, siente un profundo respeto hacia los niños, y advierte: «Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos» (Mt 18, 10). Y cuando los niños gritan en el templo en su honor: «Hosanna al Hijo de David!», Jesús aprecia y justifica su actitud como alabanza hecha a Dios (cf. Mt 21, 15-16). Su homenaje contrasta con la incredulidad de sus adversarios. El amor y la estima de Jesús hacia los niños son una luz para la Iglesia, que imita a su fundador, y no puede menos de acoger a los niños como Él los acogió. (…) La Iglesia se siente comprometida a cuidar la formación cristiana de los niños, que a menudo no está asegurada suficientemente. Se trata de formarlos en la fe, con la enseñanza de la doctrina cristiana en la caridad para con todos y en la oración, según las tradiciones más hermosas de las familias cristianas, que para muchos de nosotros son inolvidables y siempre benditas. (San Juan Pablo II – Audiencia general, 17 de agosto de 1994)
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