Escrito por Redacción SJN
15 May

Por el Lic. Andrés Borbore
Hace pocos días, la humanidad entera vivió un acontecimiento único: se eligió a un nuevo sucesor de Pedro, quien fuera el primer “jefe” de la Iglesia Católica.
Son muchos los aspectos para destacar de esta celebración milenaria, simplemente, señalo el halo providencial que hizo nueva todas las cosas y convirtió al cónclave para elegir al PAPA número 267, en un acontecimiento inédito. El Occidente Cristiano vibró.
Frente a la espera de blancas señales de humo en la era digital, el pueblo sencillo ponía en ofrenda las semillas de esperanza en ese signo inequívoco, y la percepción del tiempo -protagonista de este siglo-, quedó suspendida en un Kairós de gozo y felicidad: Habemus Papam.
Como un milagro inesperado, Robert Francis Prevost se convirtió en León XIV. Y fuimos testigos de ese milagro. Fuimos testigos de la irrupción del Espíritu Santo en nuestra historia.
Visiblemente conmovido apareció un hombre de cara buena y semblante firme. El Papa León XIV recibió el cariño y los vítores de las cien mil personas que estaban en la plaza de San Pedro, y con ellos, todo el pueblo sencillo se hacía presente espiritualmente. Sus primeras palabras fueron:
“¡La paz esté con todos ustedes! Queridísimos hermanos y hermanas, este es el primer saludo de Cristo Resucitado, el Buen Pastor que dio la vida por el rebaño de Dios. También yo quisiera que este saludo de paz entrara en sus corazones, llegara a sus familias, a todas las personas, dondequiera que estén, a todos los pueblos, a toda la tierra. ¡La paz esté con ustedes!”
Con ese anuncio, León XIV, se consagra al designio de Dios haciéndose eco de la voz serena del sumo pontífice Francisco que tan lejos llegó con los puentes al mundo. La santa Iglesia Católica hizo misión en las periferias existenciales más complejas y remotas gracias a Francisco. Me apuro a decir que este nuevo Papa, las asumirá como desafío institucional.
Un lúcido amigo me decía, impacta que con su sola presencia transmita prudencia política, sabiduría y santidad. Y frente a esa coincidencia, me arriesgo a citar a Santo Tomás de Aquino que decía que “Las verdades de fe exceden la razón humana; por eso no caen dentro de la contemplación del hombre si Dios no las revela”.
Nosotros fuimos atraídos por la revelación hecha por Dios en la elección del Papa León XIV.
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