¿Por qué León XIV?: las peculiaridades del nombre del nuevo papa

Escrito por Redacción SJN

8 May

Robert Prevost fue el elegido como sucesor de Pedro, en la tarde histórica de este jueves 8 de mayo.
¿Por qué León XIV?: las peculiaridades del nombre del nuevo papa

Desde esta tarde, el cardenal Robert Francis Prevost será conocido con el nombre de León XIV. En el momento mismo en que un nuevo papa acepta su elección, debe tomar ya su primera decisión, respondiendo a la pregunta: “¿Cómo deseas ser llamado?” La elección de ese nombre no es un mero formalismo, sino un acto cargado de historia, referencias y mensajes. ¿Qué nos dice el de León?

Antes que Robert Francis Prebost, otros trece pontífices han llevado este nombre. Es el cuarto más popular en la historia de la Iglesia, después de Juan (21 papas), Gregorio (16) y Benedicto (15), y empatado con Clemente (14). Y León es un nombre que han elegido algunos de los líderes más importantes de la Iglesia católica, para bien o para mal. Hay que puntualizar que la numeración no siempre ha sido exacta, lo que explica que hubiera pontífices con el nombre de Juan XXIII o Benedicto XVI a pesar de que, técnicamente, los números no cuadraban.

Entre los papas medievales, el primero con este nombre fue San León Magno (440-461 d.C.), que pasó a la historia sobre todo por haber persuadido al temible Atila el Huno para que no saquease Roma en el año 452. Su nombre quedó asociado para siempre con el liderazgo doctrinal y la autoridad moral: es uno de los 37 personajes nombrados Doctores de la Iglesia, uno de los mayores y más escasos honores de la Iglesia católica.

Durante el Medievo hubo otros papas con este nombre. Algunos pasaron sin mucha pena ni gloria, pero hay que destacar a tres. El primero fue León III (795-816 d.C.), que coronó a Carlomagno como emperador de Occidente, empezando una historia de siglos de disputas y amor/odio entre el poder eclesiástico y el regio. Poco después llegó León IV (847-855 d.C.), que fortificó el Vaticano, algo que se revelaría crucial para protegerlo frente a los ataques de los ejércitos musulmanes y asiáticos. Finalmente, entre 1049 y 1054 encontramos a León IX, que luchó contra la corrupción y el libertinaje de los eclesiásticos provenientes de familias nobles.

Llegados al Renacimiento encontramos a uno de los más decisivos, aunque no exactamente para bien (1513-1521): León X. Este fue desde el primer momento un papa atípico, porque procedía de una familia burguesa y, para colmo, de banqueros (actividad considerada pecaminosa): era el segundo hijo de Lorenzo de Médici, “el Magnífico”, señor de Florencia. Acostumbrado a la buena vida, su excesiva ostentación y afición por los placeres de la mesa fue decisivo para encender la chispa de la indignación de Martín Lutero, dando inicio a la Reforma protestante.

Dando un salto hasta la época moderna, León XIII (1878–1903) fue el último papa con este nombre hasta la elección del actual, y uno de los más influyentes del siglo XIX. Autor de la encíclica Rerum Novarum («Sobre las cosas nuevas»), se le considera el padre de la llamada “doctrina social de la Iglesia”: intentó reconciliar la Iglesia con el mundo moderno, abordando las cuestiones laborales, defendiendo los derechos de los trabajadores y planteando el nuevo papel de la Iglesia en la era contemporánea. Su nombre está hoy muy bien valorado por sectores reformistas y sociales del catolicismo.

La pregunta obligada es, ¿en cuál de estos se ha fijado el actual papa como referencia? Esto solo lo sabe él, pero los analistas especializados en el Vaticano opinan que lo más probable es que se haya fijado en el último, León XIII. Este pontífice es una figura profundamente asociada con la justicia social, pero también con la modernización prudente de la Iglesia, un mensaje de equilibrio entre la actitud reformista de Francisco y un perfil más diplomático y conciliador en contraste con este, cuyas críticas a los líderes políticos a menudo no sentaron bien a los aludidos.

FUENTE: NATIONAL GEOGRAPHIC

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